3 de marzo de 2010

Si pudiese volver el tiempo atrás... pero no puedo...

Esta vez no les voy a contar sobre mi tesis, ni sobre las anécdotas de mi laboratorio, ni sobre lo que pienso de la ciencia en Chile. Hoy, quiero compartir con ustedes nuestra experiencia de estar lejos de Chile en un momento de tanta necesidad, luego del terremoto del pasado Sábado.
Mis palabras reflejarán a muchos de los que estamos fuera de Chile por trabajo, por estudios, o por cualquier otra razón. En estas frases quizás se verán reflejados ustedes mismos... quizás no, al menos he tratado de escribir sobre lo que he leído y compartido con mis amigos y familia en el extranjero, y también sobre mi propia experiencia.

Si pudiese volver el tiempo atrás... pero no puedo...

El Sábado esa extraña coincidencia del teléfono* sonando a las 9.30am (5.30am en Chile) se mezcló con esa extraña sensación ancestral e inexplicable que a veces nos remece las tripas. Todos saben que en casa dormimos hasta tarde los fines de semana. En fin, lo dejamos sonar, pero no pudimos volver a dormir. – Mejor miremos las noticias online de Chile – comentamos, y conectamos todo, café en mano – No, no se conecta... qué raro! –. Revisamos  la conección, el cable, todo bien. – Revisemos otras páginas entonces... pero me tinca que pasó algo – silencio...

Poco a poco empezamos a leer los comentarios de las noticias del mundo: “Terremoto en Chile”. Corroboramos en el sitio de USGS (U.S. Geological Survey) y sí, efectivamente lo confirmaban. Ojos grandes y corazón latiendo a full. Sin quitar la vista de la pantalla comenzamos a llamar por teléfono.
Así empieza una larga jornada de incertidumbres.

Si pudiese volver el tiempo atrás... pero no puedo...

Dentro de esa incertidumbre comienza la ola de mensajes: Facebook, Skype, e-mails...  el mundo globalizado que nos une, esa tarde nos unió más que nunca. Todo se inunda de mensajes cortos y llenos de emociones – Supiste algo de tu familia? Te conectaste con Concepción? Sabes qué pasó en Puerto Montt? Puedes llamar a mis papás que están en Talca? Viste dónde fue lo del edificio en Maipú? – son las frases que navegan en ese espacio virtual y efímero. No queremos hablar, sólo escribimos porque a todos nos tiembla la voz, a todos se nos hace un nudo en la garganta.

Mientras tanto los computadores tratan de conectarse a Chile, nuestro país es ahora el centro de atención del mundo entero.
La virtualidad, la simultaneidad de las comunicaciones no eran suficientes para socorrer a quienes necesitaban ayuda, y no daban las respuestas que desde el resto del mundo estabamos esperando.

Al fin, poco a poco comienzan a sumergir los comentarios, las respuestas... pero también las imágenes de un Chile devastado, en ruinas, asolado por la fuerza de Natura que nos recuerda lo pequeñitos que somos y lo hermosa – y  furiosa – que puede ser nuestra tierra, “ñuque mapu”. Nos conectamos con nuestras familias y también con nuestros amigos... y así nuestros pensamientos y latidos viajaron más de trece mil kilometros para abrazarlos y sentirlos.

Si pudiese volver el tiempo atrás... pero no puedo...

Lo que viene después de ese fin de semana es historia conocida... y lamentable.
El Lunes, no dejé para después la tonelada de e-mails que llegaron preguntando por la familia y amigos desde todas partes del mundo, de nuestros amigos de todos los colores y religiones que puedan imaginar. No, no dejé para después escribir y preguntar cómo estaban en Chile, ni dejé para después abrazar a quienes quiero más, ni dejé de decir “Te quiero”. No dejé de llamar por teléfono, ni dejé de emocionarme con las imágenes que a ratos me acuchillaban los ojos. No dejé para después conversar del tema con mis colegas y amigos extranjeros, ni me guardé ese lagrimón tantas horas retenido...

Esta columna es una columna triste – lo sé –  porque así me siento y porque de una u otra forma es la manera que encontré para remover de mi corazón esa angustia que no se me quita. Escribo para sacudirme ese dolor en el centro del pecho que a ratos me ahoga las palabras. Quiero secarme las lágrimas porque ya no quiero llorar, porque creo que esta tormenta de emociones que sentimos tenemos que transformarla en un mensaje de esperanza, de hermandad.

Me llegan los mensajes de amigos que se van de voluntarios, de rescatistas, que arman colectas, que participan en grupos de reconstrucción de casas, recolección de alimentos, juguetes, salvataje de animales... y sigo contando cuántos de ellos se suman sin cuestionar a la tarea de levantar a su país, mí país. Se me hincha el pecho de un nuevo aire, más fresco... porque veo que hay muchos que han abierto sus ojos. Ahora más que nunca los reconozco y se transforman en mis propios héroes... y los admiro.
Es un proceso, y desde acá veo como poco a poco la gente comienza a ver un poco más allá de lo cotidiano y cómodo, descubriéndose y descubriendo al verdadero ser del ser humano, perdonando a quienes no entienden o desesperan. Espero que podamos tender nuestras manos a quienes lo necesitan... en todos los niveles, en todos los lugares.

Ustedes que están allá, en un Chile resquebrajado y dolorido, sepan que no están solos. Dejen la rabia y abran paso a eso que nos hace tan conocidos en el mundo entero: la calidez humana, esa amistad incuestionable e inocente, esa fuerza de nuestros ancestros.

Más que nunca creo que ahora es cuándo tenemos que mirar a nuestros amigos y familiares con ojos nuevos, y alegrarnos de tenerlos. Es este momento el que tenemos que aprovechar para besarnos con amor y abrazarnos con sentimiento. Sonríamos al vecino y a quien no conocemos. Es ahora cuando nos damos cuenta de que las cosas esenciales son aquellas que no palpamos. Sequemos nuestras mejillas y que nos llene de felicidad una risa.
Dar las gracias por ser y estar cada día no es ser débil, es ser humano.

Si pudiese volver el tiempo atrás... pero no quiero...

Más que una nota al pie quería comentarles que si creen que los llamamos mucho, que les escribimos varios e-mails al día o si sienten que los ahogamos con preguntas, es porque realmente queremos saber cómo están. Esta distancia física caló hondo y queremos ser parte de todo ese proceso, porque nos importan y porque ahora nos damos cuenta de que si bien la distancia siempre ha sido sólo un velo, nos gustaría abrazarlos y decirles mirándolos a los ojos cuánto los queremos.

Mucha fuerza, a sacar esa pena y rellenar nuestros corazones de esperanza. Nuestros pensamientos y sentimientos están con ustedes... nunca olviden eso!.


*Hasta hoy no sabemos quién nos llamó el Sábado, el teléfono sólo sonó...